lunes, 1 de febrero de 2010

Mi verdad

Después de largo tiempo sin actualizar el blog, lo cual no significa sin reflexionar, pues gracias a “Dios” todavía la pasividad contagiosa no ha atrofiado mis neuronas, luego sigo existiendo y vuelvo para compartir más ideas de las que rondan caóticamente y sin permiso por mi cabeza.

La idea principal que atropella hoy mis pensamientos es bien simple, cómo podemos ser tan iguales y a la vez tan distintos. Se que inicialmente puede sonar tópica y falta de profundidad, pero me explico: a lo que me refiero es que cómo todos construidos con las mismas piezas bioquímicas, con los mismos átomos, podemos llegar a conclusiones y maneras de vivir tan distintas. Las ideas, valores y motivaciones que adquirimos durante nuestra vida son los responsables de cada una de nuestras acciones, por lo que cada uno de nosotros somos lo que hemos vivido y aprendido. Y aún pudiendo ser conscientes de ello y de que nuestro aprendizaje se ve limitado por nuestras vivencias, creemos fervientemente que nuestra verdad, nuestras ideas o creencias (aunque estas estén faltas de fundamento), son la Verdad, y las defenderemos con uñas y dientes.

Pondré un claro ejemplo, tema de numerosas discusiones en comidas familiares y creador de enemistades, la política. Aunque la mayoría de la población (española) no entienda ni conozca parte de las bases de la ideología política de la que es simpatizante, ni pueda llegar a delimitar mentalmente las dimensiones de las repercusiones que puede tener cada una de ellas, discutirá y hasta se peleará por la causa hasta crear claros bandos en la sociedad. Pero lo que me parece gracioso del tema es la conclusión a la que he llegado (que por lo tanto sólo es mi verdad) durante mi vida he observado con pocas excepciones que las ideologías políticas vienen dadas por la familia, y no es que vengan determinada por tu información genética sino por tus vivencias hogareñas, vamos: básicamente lo que has oído decir a tus padres en casa. La política es uno de estos temas en los que poca objetividad cabe, incluso los periodistas, cuya doctrina debería ser este sustantivo, dejan correr la tinta de la subjetividad en sus escritos sobre el tema. Y a pesar de que no habremos intentado estudiar, comprender ni analizar los pros y contras de cada ideología política nos aferramos a la más cercana y la defenderemos, como he dicho, con uñas y dientes.

Y yo me pregunto: ¿realmente es por ahorrar energía en pensar? ¿por comodidad? ¿por necesidad de pertenecer a un grupo? ¿por qué es demasiado complicado crear nuestras propias ideas, mejor buscarlas cocinadas? ¿o es fruto de la pasividad de la que ya hemos hablado? Para mi esta bastante claro que parte del problema proviene de que nos olvidamos de hacernos la pregunta que tanto repetíamos cuando teníamos 4 años: ¿y por qué? . Y esta es la base de cualquier correcto aprendizaje, unos buenos cimientos para la construcción de nuestra verdad.

Claro está que la composición de la esencia y conjunto de verdades de una persona es muy complicada pero queda bien resumido cuando me refiero a que vienen determinadas por sus vivencias: una persona es y piensa según lo que ha aprendido en lo vivido, donde a vivido, la cultura a la que pertenece, las situaciones y conclusiones que estas han desencadenado, y personas que le han marcado. Y aunque no me caracterizo por dejarme llevar por el romanticismo concluyo en que todo compone a una persona, y todo hace que cada composición de ideas sea única, por lo que somos completamente irrepetibles (a pesar de que muchas de nuestras ideas si sean repetidas). Detalle que deberíamos valorar compartiendo nuestras verdades con tolerancia (intentaré aplicarme el cuento) y porqués.

Finalmente recuerdo lo que un amigo me solía decir, y creo que tiene toda la razón. Y es que cada uno de nosotros somos un poco de cada una de las personas que han pasado (no desapercibidas) por nuestra vida, cada una de ellas ha dejado una huella entrando de esta manera a formar parte de la persona que eres. Y aprovecho, una vez entrado en mi inusual romanticismo, para mandar gracias y un cálido abrazo a todas aquellas personas (en especial: Mamá, Papá y hermano) que han colaborado en la construcción inacabada de mi yo, mi esencia y mi verdad.